Pollo facts, pollo-opinions. Es fácil: yo escribo, ud.lee.

Thursday, May 12, 2005

A golpes se forja uno, cómo no....

Continuando a través de mi golpeteada existencia infantil, les contaré la segunda parte de los trancazos que me dejaron la cara y las ideas sacudidas.. Así que sin justificar nada, si luego al leerme usted nota brincos o ideas sin sentido, no ajuste su televisor... es normal.

Un brillante día de 1984, estaba yo con mi padre y mi hermano en el club Portal del Sol. No trate de ubicarlo en algún lugar específico; me parece que fue fraccionado hacia 1991 y convertido en jardines para casas de Santa Fe, o cambió su nombre a "El Encino." En cualquier caso, para llegar a ese club se tomaba un caminito de dos carriles que bordeaba los basureros de Santa Fe. Ahora por ese caminito pasa la autopista a Toluca, y aún se bordea la basura... mezclada con corporativos, tiendas y departamentos para wannabes.

Bueno, volviendo al tema, estaba yo en los juegos de dicho club. Mi padre empujaba a mi hermano en un columpio, así que decidí subir a la resbaladilla. El juego en cuestión tenía una caseta en la parte superior, un hueco con tubo de bombero al centro y al otro extremo la resbaladilla. Subí por la escalera, todo bien. Di tres pasos, todo bien. Al cuarto paso (supongo que por ver tanta televisión), mi cerebro olvidó que había un tubo de bomberos... y sólo vi poco después la loza de cemento en la base del juego. Por alguna razón, mi cara embonaba perfectamente con el piso.. sólo recuerdo oir a mi padre gritar, llevarme a la enfermería del club donde el doctor encargado acompañó a mi padre en la sonata de gritos, y de ahí salir corriendo a ver al pediatra. Era bien bonito estar sentado en la sala de espera del doctor Mallet, rodeado de niños y sus madres que me veían con cara de aquí-está-el-chupacabras. Al final me mandaron a esperar al doctor a una oficina vacía; no sea que algún infante muriese del susto, o bien sus santas madres me usaran de pretexto para decirles:

"VES?!?! ¡por eso hay que comerse las verduras!!"


Al final, salí con la cara moreteada, y una receta para comprar enzimas (las mismas que les dan a los boxeadores triunfadores... los perdedores ni siquiera pueden abrir los ojos).

Ah, y aquel lunes de 1985... nos dirigíamos a tomar gustadas clases de piano. Mi hermano tenía aún fresca la cicatriz que se hizo en la cabeza al descalabrarse, por concursar con un primo a ver quién brincaba más escaleras desde el segundo piso (de eso le contaré a usted en otra ocasión). El caso es que el infante tenía una gasa que le cubría la reciente sutura en la parte posterior de la cabeza. Mi madre se bajó del carro para cerrar la puerta del garage; y yo aproveché para reclamar más espacio en el asiento; en ese tiempo nos hacían viajar a los dos en el asiento de atrás. El caso es que mi arisco hermano no quería cederme MI mitad, así que se me hizo fácil darle un zape para así moverlo. Un zape después, mi mano tenía sangre y una gasa, y mi hermano un bonito río de sangre que le brotaba cual fuga de agua por bache.

Los gritos de mi hermano atrajeron la atención de mi madre, la cual al ver mi mano con la gasa y mi cara de puntos suspensivos, supo reconocer al autor material. Así que tomando su mano, la alzó y mientras me propinaba un coscorrón en el centro de la cabeza, me sugería:

¡Mira nada más qué hiciste! ¡A ver si tienes más cuidado, baboso!
¡Vamos a llegar tarde a la clase!
¿Mencioné que entre los dedos, ella portaba las llaves de la casa? Pues sí, entre los dedos del puño aquel, las llaves aumentaron la fuerza del castigo.. y segundos después, sentí mi propia fuente de sangre brotar.
Ahí nos tiene usted, a mi hermano y a mí, la puerta del garage abierta, los carros pasando, dos niños chillando con gotas de sangre cayendo al suelo, el carro con las intermitentes, la señora del 402 mirando... finalmente, mi madre, en un gesto de destreza, cerró la puerta, apagó el auto, hizo a un lado a la señora y nos metió a mi hermano y a mí a la casa, y a ducharnos con todo y ropa... ah sí, a esconder la evidencia supongo. Al otro día, los vecinos notaron que los niños del 101 traían una alcancía centrada en el cráneo.
Después le contaré a usted más acerca de mi traqueteada infancia...

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